¡Buenas!
Acá va una ampliación del Anexo que se encuentra en La conjetura del sujeto II. A media que vaya encontrando citas en esta tesitura, iré ampliando la lista.
En La conjetura I adelantamos dos hipótesis sobre los tres registros.
Hipótesis 1: Sirven para resolver el asunto del sentido y sus variantes. No desarrollaremos esta idea.
Hipótesis 2: Sirven para orientarse en la práctica. Esta hipótesis es la que buscamos destacar.
Las citas a continuación:
- Refieren de un modo específico a los tres registros.
- La articulación directa no es al sujeto, sí al psicoanálisis. El término sujeto aparece una sola vez, en la cita n° 15.
- (RSI) Resultan necesarios para pensar la práctica psicoanalítica, los casos, la técnica, incluso para reflexionar sobre la realidad.
- (RSI) Le sirven al psicoanalista para distinguir, no confundirse, orientarse en su práctica.
- Se constituyen como una referencia distinta a las dos tópicas aportadas por Freud.
- Cuando incorpora la noción formal de discurso, Lacan articula los tres registros al mismo.
- Las citas versan sobre la misma idea, muy parecidas todas ellas.
- Son veintinueve veces en las que Lacan, en distintos momentos y lugares, le da vueltas a la misma idea. De seguro debe haber más.
- Las presentaremos por orden cronológico.
(…) lo que quiere decir la confrontación de esos tres registros que son precisamente los registros esenciales de la realidad humana, registros muy distintos y que se llaman: lo simbólico, lo imaginario y lo real.[1]
Nada puede comprenderse de la técnica y la experiencia freudianasin estos tres sistemas de referencia.[2]
Nos sentimos siempre horriblemente embarullados pues distinguimos mal entre imaginario, simbólico y real.[3]
A partir del caso Dick, y utilizando las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario, demostré (…)[4]
Espero enseñarles nuevas categorías que introduzcan distinciones esenciales (…) Han podido apreciar que, incluso en el reino animal, es a propósito de las mismas acciones, de los mismos comportamientos, que se pueden distinguir precisamente las funciones de lo imaginario, lo simbólico y lo real, debido a que las mismas no se sitúan en el mismo orden de relaciones.[5]
Esta anterioridad no es cronológica sino lógica, no hacemos más que deducirla. No por ello es menos fundamental; nos permite distinguir los planos de lo simbólico, lo imaginario y lo real, sin los cuales no podemos progresar en la experiencia analítica, salvo utilizando expresiones rayanas con la mística.[6]
La tripartición de lo simbólico, lo imaginario y lo real –categorías elementales sin las cuales nada podemos distinguir en nuestra experiencia– se sitúa la dimensión del ser.[7]
(…) es indispensable servirse de la distinción de planos y relaciones expresada por los términos simbólico, imaginario y real. ¿Para qué sirve? Sirve para mantener el sentido de una experiencia simbólica particularmente pura, la del análisis.[8]
Uno de los resortes, una de las claves de la doctrina que estoy exponiendo es la distinción de lo real, lo imaginario y lo simbólico. Intento habituarlos a ella, de curtirlos en ella.[9]
Estas fórmulas les son accesibles, a pesar de su aridez, por todo lo que condensan del uso, en el que se sirven ustedes seguirme, de las categorías de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real.[10]
A través de este repaso, deben haber reconocido ya los tres órdenes cuya necesidad para comprender cualquier cosa de la experiencia analítica siempre les machaco: a saber, lo simbólico, lo imaginario y lo real.[11]
Ahí es donde intento distinguir, porque me parece coherente y práctico, los tres órdenes de lo simbólico, lo imaginario y lo real. Todo indica que todo lo que muestra la experiencia analítica puede ubicarse satisfactoriamente en estos tres órdenes de relaciones (…)[12]
En efecto, desde el primer año en nuestros seminarios aprendimos a distinguir la incidencia paterna en el conflicto, bajo el encabezamiento triple del padre simbólico, el padre imaginario y el padre real. En particular, vimos que sin esta distinción esencial era imposible orientarse en el caso del hombre de los lobos (…)[13]
Como ustedes saben, a lo largo de estos años hemos dado un sentido a las tres relaciones llamadas de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real, que son tres modos esenciales profundamente distintos, y sin cuya distinción pretendemos que es imposible orientarse, ni siquiera en la experiencia más cotidiana.[14]
No se domina tan fácilmente la estructura que Freud desbrozó en el sujeto si falla la distinción entre lo simbólico, lo imaginario y lo real.[15]
(…) esos términos de referencia de los que me sirvo, a saber, lo simbólico, lo imaginario y lo real.[16]
A lo largo del camino les indiqué qué será lo inesperado, lo original de la perspectiva que espero abrir al respecto tomando como referencia las categorías fundamentales –lo simbólico, lo imaginario y lo real- de lo que me sirvo para orientarlos en nuestra experiencia.[17]
He aquí lo que nos vuelve a introducir en un contexto en el que son utilizables las nociones que yo promuevo ante ustedes como las categorías fundamentales, radicales a las que estamos forzados a referirnos para postular un discurso válido del análisis, a saber, lo imaginario, lo simbólico y lo real.[18]
Pienso que, en la introducción de la división real, imaginario y simbólico, nadie me atribuye un designio parecido.[19]
Esto es, por supuesto, una etapa; una etapa mayor de algo que, inauguralmente, se fundó sobre mi terminología, que opone a manera de categorías primarias lo simbólico, lo imaginario y lo real. Hace tanto que los introduje, diría, un poco como los términos de una filosofía en verdad a martillazos, quiero decir, y me parece que podemos contentarnos con ello, por lo menos dentro de nuestra posición de analista, con una especie de residuo irreductible concerniente a los horizontes de nuestra experiencia.[20]
Sólo parto de aquellos tres registros porque me parece que es indispensable separarlos a nivel de la práctica analítica.[21]
(…) esas tres referencias, esas categorías de las que hice partir todo mi discurso, a saber, lo simbólico, lo imaginario y lo real.[22]
Quisiera, este año, hablarles de lo Real y comenzar por hacerles observar que estos tres términos: Real, Simbólico e Imaginario, tienen un sentido. Son tres sentidos diferentes. Pero también pueden observar que he dicho, tres sentidos, así porque eso parece caer por su propio peso.[23]
Pues bien, quisiera que les entraran en los pies, ya que a la postre lo imaginario, lo simbólico y lo real están para ayudar a mis seguidores en este tropel de gente a dejar hollado el camino del análisis.[24]
Lo simbólico, lo imaginario y lo real es el enunciado de lo que obra efectivamente en vuestra palabra cuando se sitúan a partir del discurso analítico, cuando ustedes son el analista. Pero esos términos sólo emergen de veras para y por ese discurso.[25]
Nada que decir, yo también –incluso al querer abrir el camino de lo que es el análisis– me veo forzado a utilizar esas grandes palabras, palabras que dan sentido. ¿Qué es lo imaginario, lo simbólico, lo real, sino algo que da sentido? Como ven, el ejercicio de acompasar a cierto número de personas sin caer en el atolladero filosófico no es una empresa menor.[26]
Esto, en los términos que se sostienen de mi “imaginario” y de mi “real”: mediante los cuales se distinguen dos lugares de la vida, que la ciencia hasta hoy separa estrictamente.[27]
La orientación de lo Real, en mi ternario, el mío, forcluye al sentido.[28]
Eso le di yo a los míos. Se los di para que supieran orientarse en la práctica. ¿Pero, se orientan mejor que con la tópica legada por Freud a los suyos?[29]
[1] Conferencia Lo simbólico, lo imaginario y lo real. Del 8-7-53. Versión RP. Pág. 3.
[2] Seminario 1. Pág. 119.
[3] Íbid. Pág. 138.
[4] Íbid. Pág. 140.
[5] Íbid. Págs. 174 y 175.
[6] Íbid. Pág. 253.
[7] Íbid. Pág. 393.
[8] Seminario 2. Pág. 61.
[9] Íbid. Pág. 374.
[10] Respuesta al comentario de Jean Hyppolite. Pág. 368.
[11] Seminario 3. Pág. 18.
[12] Íbid. Pág. 214.
[13] Seminario 4. Págs. 202 y 203.
[14] Íbid. Pág. 270.
[15] La dirección de la cura y los principios de su poder. Pág. 594.
[16] Seminario 7. Pág. 21.
[17] Íbid. Pág. 30.
[18] El seminario 8. Clase 5 del 14-12-60. Pág. 18.
[19] El seminario 10. Clase 7 del 9-1-63. Págs. 7 y 8.
[20] El seminario 12. Versión no oficial. Clase 21 del 2-6-65. Pág. 317.
[21] Paolo Carusso. Conversaciones con Lévi-Strauss, Foucault y Lacan. Pág. 111.
[22] Seminario 16. Pág. 175.
[23] El seminario 22. Clase 1 del 10-12-74. Pág. 2.
[24] La tercera. En “Intervenciones y textos 2”. Pág. 79. Dejar hollado significa “dejar marcado”, “dejar una huella”.
[25] Íbid. Pág. 81.
[26] El fenómeno lacaniano. Págs. 4 y 5. También conocida como Conferencia de Niza. Texto establecido por J.-A. Miller. Trad. Miquel Bassols.
[27] Quizás en Vincennes… En “Otros escritos”. Pág. 333.
[28] El seminario 23. Versión RP. Clase 9 del 16-3-76. Pág. 4. En versión Paidós aparece como clase 8, en págs. 119 y 120. En versión Staferla aparece en pág. 75. No hay casi diferencias entre las tres fuentes.
[29] El seminario de Caracas. Versión RP. Pág. 2.